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domingo, 3 de enero de 2021

¡Feliz Baño Nuevoooo!

 

Doy la bienvenida al 2021 con esta frase humorística de “Condorito”. En la legendaria historieta chilena, la expresión era un juego de palabras que celebraba un baño remodelado. Claro, eran tiempos donde pocos destinaban presupuesto familiar para embellecer el “rincón del pensador”. Lo recordé porque anoche tuve un raro sueño. Me encontraba en un edificio público  de estilo colonial (muros de cal blanca, arcos y tejas de greda). Era una soleada mañana y se estaba celebrando un evento vecinal. A juzgar por la alegría de quienes desayunaban en las mesas de mantel blanco, se trataba de algo muy positivo. En vez de sumarme al cafecito colectivo, caminé por un corredor hasta el baño, situado frente una pérgola de rosales trepadores. Era un sitio inmaculado, pródigo en espejos, grifos brillantes y mosaicos andaluces.  Como las culturas ancestrales sugieren poner atención a lo que soñamos durante los primeros días del año, me propuse indagar en sus posibles significados.

Suciedad y pureza

Los cuartos de baño reflejan nuestra faceta orgánica-animal, aquella que mencionamos con palabrotas y chistes de mal gusto. No es romántico imaginar al Príncipe Azul o a la Dulcinea  sentados en el retrete (palabra catalana que significa “lugar retirado”, al que se acudía para “abonar la tierra”). La mayoría prefiere hacer las necesidades corporales en soledad, aunque dicen que el ex presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson (reemplazante del asesinado JF Kennedy) adoraba dictar notas o dar audiencias, mientras ocupaba el inodoro (¡¡Puf!!)

El baño es también símbolo de pureza e higiene. Resume el proceso de “civilizarnos” a través de duchas, afeitado, lociones, peinado y maquillaje. Centurias atrás, cualquier vasija bajo la cama era suficiente para “vaciar las tripas”. El contenido se arrojaba por la ventana o iba al huerto doméstico. Para lavarse, se utilizaban palanganas con agua o se visitaba el río cercano (el mismo donde se lavaba la ropa). Algunas familias acomodadas se remojaban en la tina una o dos veces al año (El día del casamiento era fijo, ya saben…). Hierbas aromáticas, pelucas y perfumes compensaban los malos olores. De hecho, se asociaba el exceso de aseo con enfermedades (¡¡Plop!!).

Solo desde fines del siglo XIX el cuarto de baño salió de lo público y se sumó a la arquitectura privada de las viviendas, hecho favorecido por la construcción de alcantarillados y servicios de agua potable. Pasó de ser la “casita” del patio (plena de moscas) a uno de los lugares favoritos en el imaginario popular. Hoy, suele ser escenario de tórridas pasiones, asesinatos y escondites en miles de películas y novelas. El “lavabo”, “toilette” o “restroom” es foco de fenómenos sociales, como las colas para ingresar al baño femenino y las ánimas penando en el de varones.  Es tema noticioso, en debates sobre uso de baños mixtos o delimitados por géneros. Los restaurantes juegan con creativos logos en las puertas para “Ladies” y “Gentlemen”. Confesiones, llantos y negocios pueden ocurrir entre azulejos y urinarios. Los eventos catastróficos y la pandemia han dejado en claro que el papel higiénico es tan esencial como los alimentos (ya nadie se conforma con trozos de diario u hojas de choclo). Sin duda,  el baño y la cocina son los lugares más ocupados en cualquier oficina, comercio u hogar.

Reflejo cultural

De ser un sitio innombrable, pasó a ser un destacado en la decoración y factor clave en la compra de casa o departamento. Caribeños y árabes coinciden en diseñar baños inspirados en fantasías: Mosaicos, espejos, juegos de agua,  enchapados en oro, vapores, saunas, hidromasajes e infinitos jabones, champú, cremas, lociones y perfumes. Un glamour al que pocos tienen acceso, aunque también se encuentra la aspiración opuesta. En escuelas y universidades suelen transformarse en “diarios populares”, plenos de grafitis, obscenidades, declaraciones de amor, consignas políticas e inodoros quebrados. Al respecto,  Jorge Toro, ex rector del Instituto Nacional, declaró que era muy triste invertir millones en remodelar los baños del colegio, puesto que los alumnos los destruían en menos de una semana. Argumentaban que no les gustaba su aspecto de shopping mall.

Bellos o feos, lo cierto es que nadie sueña con limpiar el baño, pero la vida se encarga de ponernos de rodillas a escobillar el “trono”. Castigo para unos, sacrificio para otros, en toda familia alguien hace el “trabajo sucio”. Al igual que nuestros pensamientos, es imposible disfrutar de una tina caliente si no desinfectamos antes.

¿Cómo está tu baño?

El estado anímico de los dueños de casa, la prosperidad y los ideales del bien común se reflejan en los baños. Quizás, ese fue el mensaje de mi sueño. El  2021 puede traer la semilla de algo positivo, un desayuno colectivo, sin máscaras y abundantes sonrisas. Agradezcamos los rayos solares que nos alumbran; agradezcamos un día más de vida. La incertidumbre nos ha golpeado con fuerza, pero aun podemos mirarnos al espejo, lavarnos la cara y mostrarnos tal como somos, sin disfraz.  ¡Pongamos la mesa para construir el 2021!.

(Por María del Pilar Clemente B.)

 


viernes, 31 de julio de 2020

¿Quién Quiere Ser "Perridente"?

 
En medio de esta pandemia mundial, el oficio de Primer Mandatario de la Nación (con mayúsculas) ha ido en caída libre. No reluce entre las profesiones más codiciadas por la juventud. Solo el salario parece incentivar a los que saben que nunca ganarán esa cifra en el sector privado. Hoy, la mayoría de los actuales mandatarios presentan cifras rojas en el apoyo popular. El caso de Sebastián Piñera (Chile) es más duro, ya que venía tropezando desde Octubre del año pasado. En pocos meses, hasta su coalición le ha dado la espalda. ¿Renunciará? Revisando la prensa, se vislumbra otro “problemita”. No hay valientes que quieran asumir gustosos su reemplazo durante la pandemia. Es casi equivalente a inmolarse a lo Bonzo (salvo que se pueda hacer bajar del cielo a un ángel con vacunas y dinero a granel). En épocas de gloria, todos quieren el poder. Durante las vacas flacas, todos arrancan. En el video-programa “La Cosa Nostra”, tres intelectuales criollos le consultaron a Izkia Sitches (líder del Colegio Médico), si Piñera “pasaría agosto”. Ella aseguró que el solitario gobernante llegará hasta el final de su período. Argumentó que el establishment impedirá su renuncia, pero que en caso de ocurrir, ningún rival o amigo estaría dispuesto a reemplazarlo. La misma Izkia (pese a tener un alto porcentaje de apoyo en las encuestas), negó enfáticamente el deseo ocupar el espinoso sillón. En la tele, la ex presidenta Michelle Bachelet, respondió a la misma pregunta con un: “Sobre mi cadáver”. No sorprende. Recibir los estragos sociales y económicos del coronavirus equivale a recibir un escorpión venenoso en las manos. Aunque no lo digan, resulta más simple esperar a que la picadura mortal termine de infectar a quien actualmente gobierna. ¿Y tú? ¿Lo serías? La carencia de aspirantes nos lleva a reflexionar sobre qué estamos enseñando en nuestros hogares sobre democracia y asuntos cívicos. Que en los colegios no se eduque al respecto, no implica que evadamos dicha tarea. Varios años atrás, cuando mi sobrina era niñita, traté de despertar en ella la ambición de llegar a ser la primera mujer en el palacio presidencial (Todavía no era electa la Bachelet). Recodé relatos de parientes que habían estudiado en Liceos emblemáticos en épocas previas a 1973. Según decían, la educación cívica era tan importante que se simulaban candidatos y elecciones en las aulas. Además, se iba a votar en tenida elegante y los abuelos incentivaban a los niños a participar en asuntos cívicos. Los padres de mi sobrinita no tardaron en demoler toda aspiración de ella hacia el servicio público. La explicación fue (y sigue siendo) que “solo los ladrones y mediocres” llegan allí. Entonces, si nos hemos pasado décadas repitiendo lo mismo, no es rato que nuestras palabras se hayan hecho realidad. Si los mejores ciudadanos se han marginado, es obvio que los peores están ocupando la representación popular. Si no incentivamos a los niños con ideas positivas sobre la participación democrática, es fácil que ante problemas complejos cunda el pánico. ¿Quiere usted un presidente o un “perridente”?. ¿Existirá algún niño soñando con ser presidente de la República? ¡Guau, guau! (Por María del Pilar Clemente B).

viernes, 15 de mayo de 2020

Derechos, deberes... ¿Cuál es el rumbo de los DDHH?


DERECHOS, DEBERES… ¿Cuál es el rumbo de los DDHH?

 

En 1948 ocurrió un hito histórico. En la recién fundada Organización de las Naciones Unidas (ONU) se firmó la Declaración Universal de los Derechos y Deberes del Hombre. Aunque después se eliminó la palabra “Deberes”, varios puntos del documento conservan aquel sentido. Son 30 artículos que recorren las necesidades  más sensibles de ser humano: la vida, libertades, trabajo, educación, vivienda, alimentación, salud, expresión y desarrollo como individuo. Fueron un consenso inspirado en los grandes valores que venían promoviendo filósofos, científicos e intelectuales desde la época grecolatina, reforzados en el siglo XVII. El ideal de una educación masiva como eje del progreso (Ilustración), justicia para todos y el “nunca más” a las guerras, horrores y masacres, generaron el concepto de DDHH. De allí, se derivó la  importancia de fiscalizar el monopolio de las fuerzas de orden que los ciudadanos delegan en los Estados. Habían caído monarquías, imperios y surgido nuevas naciones en el mapa. Latinoamérica y África iniciaban el ascenso desde el tercer mundo hacia estos valores universales.

La polémica de Sergio Micco

Bajo este marco, el encargado de la Oficina de DDHH en Chile, Sergio Micco, apareció en la prensa, destacando la falla de dicho organismo en inculcar en la juventud el concepto de derechos y deberes. De ahí estalló un debate entre los que estaban de acuerdo o en desacuerdo. Surgieron voces apelando que los derechos humanos son inalienables y que no están sujetos a deberes o a relativismos morales. El tema es interesante. Si bien la declaración de DDHH consolida en sus 30 artículos los derechos inalienables, también sugiere ciertos deberes. Así, el artículo 1, indica: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, dotados como están de razón y conciencia, DEBEN comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Además, el artículo 29-1, señala: “Toda persona tiene DEBERES respecto a la comunidad, puesto que solo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”.

Se entiende que la puesta en marcha de tan elevados principios, requiere de ciertas exigencias mínimas de convivencia. Por ejemplo, en el Consultorio de Salud de Algarrobo, hay un cartel donde se advierte que a nadie le será negado el derecho a la atención…salvo que el paciente agreda al personal o rehúse ser atendido por algún facultativo.

En cuanto a educación (por muy gratis que sea), el estudiante está obligado a realizar tareas y pruebas para recibir tal derecho y avanzar al siguiente curso. No en vano en otros países se llaman “deberes escolares”. Si alguien desea postular a un beneficio estatal, el ciudadano debe llenar una forma y acreditar que lo necesita. El artículo 23-1, señala en su párrafo final: “La persona tiene derecho a los seguros de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias INDEPENDIENTES DE SU VOLUNTAD”.

Esta pequeña frase es clave. De no existir, cualquiera de nosotros (con un buen abogado) podría exigir al Estado que nos diera techo, trabajo y vivienda, sin hacer a cambio absolutamente nada. Solo por estar vivos y por tratarse de derechos inalienables.

¿Servilismo al poder?

No pocos acusaron a Micco de “servilismo al poder” o tener una visión política-partidaria en favor de Piñera. Coincido en que una misión clara para cualquier oficina de DDHH debiera ser AJENA a intereses y beneficios partidistas de TODO tipo. Felipe Portales, sociólogo y autor del libro “Los mitos de la democracia chilena”, reiteró en un comentario de El Mostrador, que los representantes de los DDHH solo tienen atribuciones jurídicas ante los abusos del Estado contra los ciudadanos. Así, los delitos o agresiones entre ciudadanos caerían en el marco de la justicia penal, laboral y civil locales. Hasta ahí, de acuerdo. Sin embargo, agregó que las opiniones de los representantes de DDHH no podrían referirse a temas de injerencia política o social fuera del axioma Estado-ciudadanos; Estado-versus otros Estados. En suma: ¿Tendrían los personeros de DDHH que usar anteojeras y no analizar y orientar el contexto político, social y económico que rodea el abuso de funcionarios del Estado? Todos sabemos que el opinar, no implica abrir un nuevo caso jurídico, sino que otorga un marco a la realidad. De hecho, en el portal de la ONU existen ensayos y documentos que abarcan espectros más amplios que la contabilidad de casos  mundiales.

Cuestionamiento al delito y al derecho  

Según Felipe Portales, el tema pasa por el ámbito conceptual o el espíritu de los derechos humanos. Dice: “Cuando se trata de una persona común que asesina a otra, es un delito gravísimo contra la vida, pero NO es una violación al derecho a la vida”. Así, SOLO los Estados provocarían la violación a un derecho. Las violaciones entre ciudadanos o de ciudadanos contra el Estado, serían simples delitos sin adjetivos, destinados a los tribunales locales. Efectivamente, la justicia de cada país acoge y castiga los delitos, sin embargo, los principios generales son los mismos, ya que caen en los llamados “valores universales”. Ahí se equivoca Portales. Matar o asesinar despoja del derecho a la vida, no obstante su relevancia jurídica vaya a tribunales internacionales y otros, a los nacionales. En suma, DDHH no está obligado a denunciar y acoger los temas civiles, laborales y penales de cada país, pero sí podría dar directrices, opinar sobre fenómenos como el femicidio, porque existe el valor universal del derecho a estar vivo (el más importante en la declaración de 1948). Esto nos lleva a una pregunta: ¿Qué sucedería si, en Chile por ejemplo, dos grupos de ciudadanos, premunidos de piedras y palos se atacaran a muerte en una calle e intervinieran las fuerzas policiales? Sabemos que el organismo se preocuparía de los abusos de las fuerzas de orden en contra de las dos pandillas o grupos. ¿Y si la pelea surgió por racismo o fanatismos religiosos, ¿no habría que elaborar algún informe y opinar sobre la amenazante realidad de los grupos racistas o fanáticos religiosos que atentan contra los derechos humanos? Repito: elaborar un informe no implica asumir la pega de los tribunales locales.  

Educar para el bien común

Al finalizar su artículo, Portales reflexiona que hace falta enseñar el tema de los DDHH en las escuelas. No menciona a la educación cívica. Ahí viene otro error. Es imposible educar en derechos humanos si no se abarca todo el espectro cívico de una sociedad. La Declaración Universal de DDHH es la pauta, un faro de luz, cuyos principios se incluyen en la mayoría de la Constituciones democráticas de cada país. Desde allí, se traducen en normativas destinadas a su cumplimiento, es decir, no basta con dar a conocer la existencia de estos derechos y su rol fiscalizador.  Los Estados no son entes abstractos. Quienes lo hacen funcionar son personas comunes y corrientes elegidas a través del voto, o son empleados, funcionarios en los distintos aparatos de orden y servicio público. Si los ciudadanos no entienden lo que es vivir en comunidad y que los valores inspiradores de los DDHH deben ejercerse en la vida diaria, es bien poco lo que se puede prevenir en corrupción, falta de ética y abusos del Estado.  Veamos el artículo 29-2:

“En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente SUJETA a las limitaciones establecidas por la ley, con el único fin de asegurar el reconocimiento y el RESPETO de los derechos y libertades de los DEMÁS, y de satisfacer las JUSTAS EXIGENCIAS DE LA MORAL, del orden público y del bienestar general de una sociedad DEMOCRÁTICA. Una reflexión clave para reconstruirnos después de la pandemia.

(Por María del Pilar Clemente)

 

 

 

 

domingo, 26 de abril de 2020

Soplonaje y Funas en la época del Covid-19


SOPLONAJE  Y  FUNAS  EN LA ERA DEL COVID19

 

Me cuentan sobre una joven mujer contagiada con este temible virus. Tuvo suerte y los médicos la autorizaron de quedarse aislada en su pequeño departamento en Vitacura, Santiago. Sus familiares se organizaron para cuidarla, limpiar todo y traerle comida. (siempre a distancia y con máscaras). La información se filtró y anónimos vecinos del edificio comenzaron a deslizarle bajo su puerta, papeles con groserías y amenazas. Según estos “amigables y educados” vecinos, ella debía desaparecer de la urbe.  Supongo que se sintieron ciudadanos ejemplares, ayudando a denunciar públicamente al leproso. Ayer, me enteré que la primera familia contagiada de Vallenar (pequeña ciudad en Atacama) fue amenazada con la quema de su vivienda y golpearle al niño. Tuvieron que solicitar ayuda especial al alcalde, quien autorizó custodia policial. Algo similar está ocurriendo en un barrio de inmigrantes haitianos. La consigna es “si están contagiados deben desaparecer”.

Confusión de valores

No solo en Chile, esta pandemia está sacando lo peor de muchas personas. Son aquellos que confunden perseguir, hostigar y amenazar con “responsabilidad ciudadana”. Noto que en las redes sociales se ha vuelto heroico subir videos funando a personas que “no cumplen la normativa”. Así, en vez de llamar al guardia del supermercado o decirle al aludido que se ponga máscara o se aleje, sale más divertido tomar el video. Se obtienen “likes” y se da “una lección”.

El acusar y perseguir (en un afán justiciero) es una actitud frecuente en la historia.  Está comprobado que si el Estado o alguna élite poderosa avala la “purga” de ciudadanos “indeseables”, nunca faltan entusiastas voluntarios para la tarea. Si hay premios o existe el terror de ser castigado, el apuntar con el dedo al “mal elemento” se multiplica. Las medievales cacerías de brujas funcionaron gracias a los “soplones”; a los “justos” que parecían cumplir con su religión. Si se dan las condiciones, el  “acusete” sale de su anonimato y se suma gustoso al apedreo y linchamiento.  ¿Naturaleza humana?

Tristes ejemplos

El convertir al “soplón” en aliado para “limpiar la zona de enemigos”, es una antigua estrategia de poder. Todo invasor, caudillo totalitario, dueño del control religioso o entusiasta del “divide y vencerás”, suele ofrecer premios y castigos a la población.  Así lo hicieron los nazis en los países de Europa del Este. Ante el pánico de ser arrasados, muchos fueron más rigurosos que Hitler en la aniquilación de judíos, gitanos y homosexuales. El incentivo de la impunidad y de quedarse con los bienes de los denunciados es una fórmula infalible en esos casos extremos de la realidad. Los  soviéticos “salvadores” aplicaron el mismo esquema a sus liberados. Dieron permiso no solo para linchar a soldados alemanes, sino que también a cualquier persona que hablara o tuviera relación con la cultura germana. Documentales dan testimonio de niños y mujeres golpeados hasta morir en Polonia y Hungría por el solo “pecado” de tener apellido alemán. Por supuesto, siempre alguien dio “el soplo” fatal. Lo mismo hizo  el gobierno nacionalista turco con los armenios a principios del siglo XX. Hasta 1950 se permitió en los Estados Unidos linchar públicamente a las personas de color. La mayoría de los autores eran encapuchados del Ku Klux Klan, pero no faltaron ciudadanos de rostro descubierto que hablaron mal de vecinos “indeseables” para que sufrieran aquel cruel destino. Cuando el senador Joseph McCarthy llamó a denunciar comunistas, florecieron las funas y amenazas. En la industria del cine, el “acusar al rival” era una forma de apropiarse de los roles estelares. Charles Chaplin fue una de las víctimas de estos “justicieros”.

 

¿Exageración?

Varios me dirán que exagero, que las guerras, invasiones, racismo o peleas religiosas son harina de otro costal. Me explicarán que las amenazas a los contagiados es algo que “ayuda a la educación ciudadana”. Puede ser, pero la semilla de esta conducta es la misma que ha germinado en las ponzoñosas aguas de la historia. ¿Recuerda alguno de ustedes a esos “felices vecinos” que delataron a “Upelientos” durante los inicios de la dictadura de 1973? Todos sabemos que ocurrió, pero no tenemos los nombres.  Ningún abuelo le cuenta a sus nietos que ha sido soplón. Las películas de las guerras mundiales abundan en héroes partisanos que “no estaban de acuerdo con los nazis”. El silencio señorea en los responsables de “enviar papelitos” con la dirección de judíos escondidos. Aparecen en el rol de “villano”, pero nadie admite haberlo sido. ¿Y qué hay con las funas o escraches? Se supone que están reservadas para torturadores que han escapado de la justicia, no para controlar la conducta de quienes me caen mal. Por ejemplo, su excesivo uso en políticos ha hecho que se vuelvan una forma cotidiana de “golpiza mediática”. Así, pocos días después, el agredido sigue fresco como lechuga y los “funadores”, lo siguen admirando. No es raro que los escolares copien la conducta, agredan y hostiguen a compañeros de clase en vez de argumentar con ellos. ¿Cómo podemos estar en contra del bullying si  normalizamos esta forma de ser?.

Conclusión: Si le baja la tentación de enviar “mensajitos” de odio a su vecino, recuerde que es muy posible que usted sea el primero en ser tentado con premios o castigos para ayudar a la “purga” de “ciudadanos indeseables” en caso de guerras, invasiones o propaganda ideológica. ¿Qué nunca va a suceder algol así? Lo mismo decíamos del Covid19. (Por María del Pilar Clemente B.)

 

 

miércoles, 8 de abril de 2020

Semana poco santa y (des) obediencia


SEMANA POCO SANTA y (des) OBEDIENCIA

Sesenta años atrás la Semana Santa era una festividad que involucraba solo a la comunidad católica. No eran vacaciones ni fiestas. Espiritualmente significaba la resurrección de Jesucristo, la que se celebraba con grandes procesiones (que todavía lucen en España y otros lugares). Con la democratización del turismo y la secularización, conejos y huevos de chocolate dieron pie a reuniones, juegos y paseos. En suma, los mercados encontraron otras formas rentables y coloridas de festejar el renacer primaveral (en el hemisferio norte). Hoy, el drama del coronavirus y la cuarentena parecen incapaces de controlar el apetecido “escape vacacional”. A pesar de los aeropuertos cerrados y los toques de queda, no faltan los “pillos” dispuestos a todo con tal de ir a la playa, al campo o a juntarse con los amigos.   

La astucia chilensis

Chilito enfrenta la paradoja de ciudadanos que desean estar en sus casas versus otros  que solo anhelan “arrancar”. Aquí no hay buenos ni villanos. De todos los sectores sociales (aunque sea en bicicleta), aparecerán los “ingeniosos” que saldrán a buscar “huevitos de chocolate” a varios kilómetros de sus hogares. El “chamullo” para cualquier barrera que los frene será algo parecido a: “¿Sabe usted quién soy yo?”, “Mi tío es general de Carabineros”, “Pero si yo vivo en la playa!. Mi señora sacó la patente en Santiago ¡Mujeres!”, “¡Soy asesora de un diputado de Valparaíso!”, “¿Qué virus? ¡Yo no veo fake news!”, “¡Nunca me enfermo! ¡No es pa’taaaanto!, “¿Hasta cuándo reprimen al pueblo, mierdas?”, “Mi pasaporte es…¡El que no salta es Mañalich!”.

Culpemos a Foucault…

El actuar en una pandemia como algo que nos afecta a todos es difícil. En las actuales sociedades globales, la libertad individual está santificada. Cada cual busca su metro cuadrado y obedecer leyes o normas se considera de “imbéciles”. Muchos entienden la empatía como “ponerse los zapatos que más me convienen” y ni hablemos de consideración al prójimo o la compasión, conceptos con un tufillo demasiado religioso.  

Si bien la ausencia de Dios la podríamos adjudicar a Nietzsche, dejemos que la repugnancia a la disciplina y al orden nos hablen a través del filósofo francés, Michel Foucault. El describió a la sociedad industrial de post-guerra como una estructura jerárquica, donde poderes invisibles ejerce dispositivos de disciplina y control. En sus libros “Disciplina y Castigo”, “Historia de la Sexualidad”, “Locura y Civilización” postuló que las fábrica, las escuelas, universidades, iglesias, regimientos y manicomios eran muy parecidos a las cárceles. La autoridad ejercida por el gerente, el confesor, el jefe y los terapeutas presionan la conducta de los individuos para convertirlos en ladrillos que calcen en el muro (como la canción de Pink Floid). El francés compartía con Nietzsche la idea de los valores relativos. Por ejemplo, el violar y matar (si el poder así lo quiere) podrían no ser “malos”. En este caso, los Nazis desde su posición invasora y represiva, obligaron a la población a “considerar normal” la eliminación de los judíos.

De esta forma, la libertad, el desobedecer y “dejar la grande” pasaron a ser una muestra de individualidad, de “ser único”.

¿Opción por la mano dura?

El tema de la cuarentena voluntaria (o de bajo castigo) pone en relevancia la capacidad ciudadana de asumir responsabilidades. En New York se rieron de las normas y salieron a los carnavales de Saint Patrick. Hoy, ya vemos los resultados. En California, todavía hay gente que insiste en ir a la playa. En el otro extremo, la BBC calificó a Hungría como “el primer país en perder su democracia por culpa del coronavirus”. El parlamento aprobó una polémica ley que otorga al presidente poderes extraordinarios por tiempo indefinido. Además, permite castigar a los medios que “alarmen demasiado” sobre la pandemia. En Filipinas, el mandatario autorizó al ejército “disparar a matar” a quienes infrinjan el toque de queda.

¿En qué quedamos entonces? ¿Seremos capaces de auto-disciplina? ¿Estamos deseosos de mano dura? ¿A quién vamos a culpar ahora?

 (María del Pilar Clemente B.)  

viernes, 10 de enero de 2020

Luces y sombras del boicot a la PSU


¿Quién tiene la razón?

LUCES Y SOMBRAS: ¿Boicot a la prueba PSU?

 

El violento boicot de los secundarios dejó abiertas muchas preguntas (y emociones)  ¿Hasta qué punto se llega por una buena causa? Lo cierto es que el tema de la PSU no era nuevo. Durante el movimiento estudiantil del 2011 (que convirtió en diputados a Camila Vallejo y Giorgio Jackson, entre otros), se acordó discutir con las autoridades el reemplazo de la pruebas SIMCE (evaluaciones estándar que se aplican durante la enseñanza básica y media) y la PSU para el ingreso a la universidad. En un informe enviado a la UNICEF en el 2014, la ACES proponía un test tipo bachillerato y cursos propedéuticos (entrenamiento previo) más las notas de enseñanza media. Paradojalmente, la sumatoria del curso, prueba y notas “no tendría relevancia”. Es decir, igual todos podrían ingresar a una carrera. Ante falta de acuerdo, el Consejo de Rectores optó por mantener la PSU. Hoy, en  vez de convencer a los casi 300.000 estudiantes que se inscribieron para dar la prueba, los dirigentes secundarios optaron por las amenazas y boicot. El resultado ya lo conocemos. ¿Héroes o villanos?

“Para cambiar todo el sistema” (lema del boicot), se atropelló la voluntad de la mayoría de los asistentes. Seamos claros. Si todos los secundarios hubiesen estado de acuerdo, muy pocos se habrían inscrito o presentado en los locales. Ahora mismo, deberían estar advirtiendo que nadie asistirá a la segunda chance del 27 y 28 de febrero. Todo indica que los “representados” aspiran a retornar. En otras palabras, ocurrió como si un grupo en contra del River Plate no dejara entrar al estadio a los fans que sí desean ver a su equipo de fútbol. ¿Amerita aplicar la Ley de Seguridad del Estado a Víctor Chanfreau y los otros dirigentes? Probablemente no, pero los afectados sí tendrían derecho a iniciar demandas por haber sido obligados a “quedarse fuera” de la medición. (Peor aun si los mencionados dirigentes aceptan el trofeo de ingresar sin PSU que les ofrecen algunas universidades).

Hay todo un símbolo. El gobierno ha buscado eliminar el ramo de historia como obligatorio, la  prueba de historia fue la más afectada con el boicot y el presidente de la ACES, Víctor Chanfreaud, quiere ser profesor de Historia.

De Libertad de Educación a Derecho a la Educación

Con la revolución de los pingüinos en el 2006 se puso en jaque la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE). Firmada por Pinochet en 1990, afianzaba la municipalización, los subsidios y la libertad para abrir establecimientos educacionales. En el 2009 fue cambiada por la Ley General de Educación, con énfasis en la calidad y ausencia todo tipo de discriminación. Algo equivalente al derecho a la educación. El tema fue la gratuidad para la PSU, el pase escolar, educación sexual, mejor alimentación, becas, arancel diferenciado. La gratuidad primero se pensó para los secundarios, pero luego solo se habló de los universitarios. Surgió la idea de una malla curricular similar para todo el país. Antes de aplicarla primero había que acabar con los colegios subvencionados y particulares (no se pudo avanzar). ¿Y los profesores? Durante el movimiento del 2011 se sumó con fuerza el Colegio del Profesores. Sin embargo, las demandas se centraron en salarios, en el no a la evaluación docente, el tamaño de los cursos y las presiones para el SIMCE. ¿Cuál sería el maestro ideal para los secundarios? ¿Será el profesor Merlí de Barcelona? ¿John Keating de la sociedad de los poetas muertos? ¿Cómo definen la calidad? ¿Desean bibliotecas, laboratorios, videotecas, talleres, deportes, psicólogos, orientadores? ¿Conocen la diferencia entre el estilo educacional de los nórdicos y los chinos? (ambos de excelencia). Hay pocos detalles. El problema es que el profesor es visto como “representante del sistema”. Ahora mismo, el Consejo de Rectores ha pasado a ser otro “ente autoritario” para los aspirantes a universitarios. ¿Y si el boicot se transforma en la herramienta para combatir contra los docentes “injustos”? ¿Cómo se imaginará Víctor Chanfreau haciendo clases? Sin duda, el único maestro “antisistémico” que ganaría sus aplausos es el docente que fue a la cárcel por destrozos en el Metro.

Olvido de la educación pública

En abril del 2006 las lluvias inundaron el Liceo A-45 de Lota. Las imágenes de las precarias condiciones indignaron a todos los alumnos de la región. La furia aumentó cuando el Ministerio de Educación aumentó el monto para inscribirse en la PSU y limitó el uso del pase escolar. Entonces, el 19 de mayo ocurrió la legendaria toma del Instituto Nacional, acto que se repitió en todos los planteles emblemáticos. Comenzaba la revolución colegial de los pingüinos (color del uniforme). Sus demandas eran justas: Querían mejor infraestructura, inversión en calidad y profesores para todos los liceos  públicos desde la básica a la media. Luego, las exigencias dejaron de lado lo micro y volaron hacia el macro. De la exigir los mejores colegios públicos de Chile, pasaron al lema de hoy “Queremos cambiarlo todo”. En el 2016 en una entrevista realizada a Ramiro Hernández (un ex alumno de aquellos primeros indignados en Lota), recordó que los techos de los planteles fueron reparados, pero que la sombría realidad educativa siguió igual. Por otro lado, el otrora famoso Instituto Nacional (pionero en la lucha), terminó bajando sus estándares, con rectores de puerta giratoria y pérdida de prestigio. Así lo describen varios ex alumnos en el reportaje de La Tercera “Instituto Nacional: Cuando el primer foco de luz comenzó a apagarse” (2019).

¿Qué pasará?

 

 

 

jueves, 21 de noviembre de 2019

La dignidad de un nombre

LA DIGNIDAD DE UN NOMBRE


Siempre me ha emocionado cuando el ser humano muestra lo mejor de sí. Actos de compasión, ayudas anónimas y desinteresadas, el “amigo oreja” cuando todo parece desmoronarse, la capacidad empática, el rescatar animales indefensos, plantar en lo estéril, arriesgar la vida ante el peligro, abrazarse en el dolor…¡en fin!. El ombligo de Santiago, el epicentro de los encuentros masivos, ha pasado por diversos roles en la historia. En 1875 se llamó Plaza La Serena, como homenaje a quienes derrotaron a  Pedro León Gallo y la revolución Constituyente de 1859. Entonces, los empresarios mineros de Copiapó abogaban por la autonomía contra el poder central, pero fueron liquidados en Cerro Grande, La Serena. (Hoy, sabemos que –con o sin honores- el centralismo sigue imperando contra las provincias).
Se llamó Colón

En 1892 se rebautizó como Plaza Colón en honor a los 400 años del descubrimiento de América. Eran tiempos acríticos. Si bien se asumía que España había sido un ente colonizador “del que hubo que liberarse”, se le agradecía el legado del idioma y religión. Los pueblos nativos eran considerados bárbaros y nadie reprobaba su sometimiento o exterminación. Recordemos que en 1992, durante el año de eventos conmemorativos (ya no celebración) de los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón, académicos Latinoamericanos y españoles acordaron suprimir el polémico nombre “Día de la raza” por el “Encuentro de dos culturas”. Símbolo de dos identidades que se fusionaron en una nueva, sin dejar de conservar sus legados. Lamentablemente, hoy el concepto se ha polarizado, pero eso es otro tema.

Más nombres

En 1910, la comunidad italiana avecindada en torno a la estación de ferrocarril a Pirque (hoy Parque Bustamante), donó la escultura llamada “Genio a la Libertad”, un homenaje a la independencia de Chile y a su primer Cabildo abierto de 1810. Desde entonces, se llamó popularmente “Plaza Italia”. El hecho significaba también lo bienvenidos que habían sido los inmigrantes llegados desde el “país de la bota”. En 1928, el escultor penquista Virginio Arias, hizo realidad el gran tema que había estremecido a la sociedad entre 1879 y 1883: La Guerra del Salitre o del Pacífico. Así, su memorial del General Manuel Baquedano y los soldados desconocidos rebautizó la rotonda como Plaza Baquedano. No obstante, después del Golpe de Estado y la pérdida total de la confianza en los militares, retornó en nombre de Plaza Italia. Nótese, eso sí, que en 1942 el bellísimo edificio de aquella estación fue demolido sin tapujos y con gran horror para el patrimonio nacional. (Este detalle para aclarar que el afán destructor del pasado ha sido compartido por las élites y no es exclusivo del llamado lumpen)

El peso de la dignidad

Me gustó el espontáneo bautizo que ha vivido aquel eje urbano. Aunque no es oficial, el título de “Plaza Dignidad” otorga un espíritu necesario para los tiempos que se avecinan. La palabra se origina en el latín “Dignítas” que significa “Excelencia o grandeza”. Su definición civil es “Cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni lo degraden”. Tiene también significados legales, relacionados con los derechos básicos humanos y definiciones bíblicas como “valioso hijo de Dios”. Alguien puso una placa de bronce con la frase “Aquí y en este lugar, Carabineros disparó a los ojos de su pueblo”. Un recordatorio que hace pensar en las situaciones históricas que lleva al fratricidio. La dignidad no es patrimonio de un grupo o ideología (Recordemos la nefasta “Colonia Dignidad” en el sur). El trato como personas es un llamado que debe ser ejercido y compartido por todos. Eso es lo que me gusta del nombre: la potencialidad de re-encontrarnos como miembros de una misma familia, que comparten un territorio común y que son capaces de trabajar juntos. Justamente, para que la palabra deje de estar en placas y sea una realidad.
(María del Pilar Clemente Briones)