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sábado, 1 de agosto de 2020

¿PROFECÍAS? De un incendio imaginario... a otro muy real


Hoy, todos aseguran recordar alguna profecía sobre la pandemia. Otros, hablan de ciclos que se repiten. Lo cierto es que existen deslices entre la ficción y la realidad. De hecho, el hundimiento del Titanic (1912) fue “telegrafiado al universo” en 1898 por Morgan Robertson en su novela “The Wreck of the Titan or Futility” (El hundimiento del Titán o la superficialidad), en la que imaginaba el choque de un lujoso transatlántico con un iceberg en su viaje inaugural. Era una suerte de “castigo” a la frivolidad humana. Las similitudes entre la tragedia de papel y la real son escalofriantes.  Algo similar ocurrió con la película “The towering Inferno” (1974) y la Torre Santa María en Santiago, Chile. Recuerdo haber asistido al cine Santa Lucía (famoso por sus efectos “sensurround” que hacían gritar al público). Entonces, los temas sobre tiburones y desastres (“La aventura del Poseidón”, “Terremoto”) estaban de moda. Tuve que esperar a cumplir los 14 años para ser admitida como “espectadora madura”. La trama era simple. En San Francisco se inauguraba la torre de cristal más alta del mundo (138 pisos). Por abaratar costos, unos cables eléctricos de pésima calidad prendían llamas en el piso 81. Dos guapetones, Paul Newman y Steve McQueen, encarnaban al honesto arquitecto y al valiente bombero que arriesgaban su vida para salvar a las celebridades que festejaban en las alturas.
 
  Símbolo de la modernidad
 
La película todavía estaba en cartelera (duraban años en las salas) cuando se inició la construcción del edificio más alto de Santiago. Fue publicitada como una “copia” de las Torres Gemelas de Manhattan (aunque solo tendría 33 pisos). Los santiaguinos no la vieron con buenos ojos. Acostumbrados a los terremotos, los debates se centraron en la seguridad sísmica. Desde 1972, el “rascacielos oficial” de la ciudad había sido el Santiago-Centro (25 pisos) al que se le adjudicaba el falso mito de “estar inclinado como la torre de Pisa”. En enero de 1981 la empresa Alemparte, Barreda y Asociados dio por finalizada la obra. Se proyectaba una espectacular inauguración. Entonces, yo acababa de finalizar mi primer año en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. En marzo, el inicio académico venía con desagradables sorpresas. En 1980 el régimen de Pinochet había firmado la nueva ley de universidades. Permitía el ingreso de establecimientos privados, el cobro de mensualidad (hasta ese momento era arancel diferenciado) y el desmantelamiento de los campus en la Ues públicas. Nadie nos envió carta ni avisos. Junto a mis compañeros deambulamos por diversas partes hasta descubrir que habíamos sido trasladados a un incómodo y horrible “cubo de departamentos”. Digeríamos ese trago amargo, cuando comenzó el incendio en la Torre Santa María.
 
Se desata el drama
 
El incendio fue uno de los primeros en ser televisados desde sus inicios. Los estudiantes de los últimos cursos tuvieron el derecho a llevarse las pocas cámaras viejas que tenía la escuela para ir a fotografiar. Cundía la incredulidad. Adentro, habían equipos de trabajadores que instalaban las alfombras y cortinas para las oficinas. Nadie se percató que usaban un pegamento muy inflamable. Las llamas estallaron en el piso doce, por un cigarrillo mal apagado. Todas los cuerpos de bomberos de la ciudad asistieron a un rescate casi imposible. Por un lado, las piletas y jardines impedían el acceso, las escaleras no daban el largo y el helipuerto de la terraza no pudo ser utilizado (materiales acumulados). Hubo once muertos. Varios se lanzaron al vacío y otros fallecieron en los ascensores. La gente comentaba que la película se había hecho realidad y que la torre estaba “maldita”.
 
1981, año “Non grato”
 
La desgracia llegó acompañada. Se desató una nueva crisis económica mundial, los psicópatas de Viña del Mar (los ex carabineros Jorge Sagredo y Carlos Top Collins) siguieron asesinado parejas hasta 1982, salieron al mercado las flamantes AFP (polémicos fondos de jubilación) y en el ámbito internacional, Ronald Reagan (USA), el Papa Juan Pablo II y el presidente de Egipto, Anuar el Sadat fueron baleados (el egipcio falleció). Nos endulzaron el ánimo con el merengue dorado del príncipe Carlos y la tímida Lady D desfilando hacia el altar. En la Escuela, el video y álbum “Alturas de Machu Picchu” (Los Jaivas), nos acarició con su vuelo de paz y esperanza. La torre siniestrada dejó lecciones de seguridad, no obstante, su fama de “mala suerte” y de estar habitada por fantasmas, nunca cambió. Después de varios problemas, recién en el 2017 se construyó su gemela, con el nombre de Nueva Santa María. ¿Habrán impulsado estas accidentadas “copias” las malas vibras del futuro 9/11/? Nunca se sabe, todo es circular. (María del Pilar Clemente B)