Esfuerzo, sobrevivencia,
talento. Palabras que describen a la malograda cantante de rancheras, Jenni
Rivera. Nacida en Long Beach, California, su vida fue una mezcla de éxitos
profesionales y amores tormentosos, siempre bajo la amenaza de perder a sus
cinco hijos. Madre soltera a los quince años, no tardó en convertirse en un
ícono de la hembra Latina, capaz de sonreír y cantar, aunque el dolor carcoma
el alma. Admirada por las mujeres, deseada por los hombres, falleció en
diciembre del 2012 a los cuarenta y tres años. El desplome del avión privado
que la conducía desde Monterrey a ciudad de México detuvo su corazón, pero la despertó
en el mito popular. Hoy, la animita que recuerda el sitio el accidente, cuenta con flores, juguetes y mariposas, símbolo de
su transformación de víctima a triunfadora.
Como si sospechara su
prematuro fin, la cantautora dedicó años a escribir su autobiografía titulada:
“Inquebrantable: Mi historia, a mi manera”, la que fue publicada póstumamente
en el 2013. El libro es la base de la serie realizada por Telemundo y que hoy
circula en Netflix, “Mariposa de barrio”, canción donde ella resumió su áspero
camino entre el dulzor y la amargura.
Familia
ejemplar, pero…
Los padres de Dolores Janney
Rivera se criaron en México, en las zonas agrícolas de Sonora y Jalisco. Pedro
Rivera tenía dieciséis años y Rosa Saavedra, quince cuando se casaron. En 1968 emigraron a California donde nació Jenni, la tercera de seis retoños. Pedro y Rosa unieron
su talento musical y su capacidad de trabajar duro para instalar una tienda de discos
y cassettes, la que evolucionó a “Cintas Acuario”. Al estudio llegaban los
aspirantes a “reyes de la ranchera” para grabar sus “demos”. El servicio
incluia la promoción en las radios, revistas y festivales hispanos en los
Estados Unidos, además de la frontera y el norte mexicano.
Desde niña, Jenni demostró
facilidad para cantar y componer. Sin embargo, una mala experiencia en un
concurso infantil, le creó inseguridad. Así, sus talentosos hermanos Lupillo, Juan y
Gustavo se lanzaron con gran éxito en el mercado Latino. Eran tiempos en que las
rancheras competían armoniosamente con el furor de las salsas centroamericanas.
Entre 1980 y el 2000, el negocio discográfico todavía era rentable, abundante de fans y compradores.
El
freno del machismo
A los quince años Jenni quedó
embarazada. Fue presionada por su novio José Trinidad Marín, quien era un
veinteañero poco educado y dominante. Pese a que ella no quería seguir en la relacion, su propia madre la obligó a irse a vivir a la casa del novio. Para
Rosa, la llegada de un hijo obligaba al matrimonio. Desde 1984 hasta 1992 Jenni
vivió una pesadilla con “Trini”. Los celos, la violencia doméstica y las
apasionadas reconciliaciones estaban a la orden del día. Pese a su depresión,
la joven se las arregló para trabajar, estudiar y diplomarse como administradora
de empresas. Cuando intentó suicidarse, los Rivera la apoyaron para que dejara
a su esposo. Libre y tranquila, logró certificarse como corredora de propiedades. Le fue bien y
pudo comprarse una casa modesta. Empeñado en subirle el ánimo, Pedro Rivera
la impulsó a grabar un disco y a cantar en los festivales locales. Su estilo
gustó, pues tenía carisma con el público. Lamentablemente, se topó con la
barrera de los “machos rancheros”. Las féminas que deseaban cantar en vivo debían tener más belleza que voz. Sufrió humillaciones y fue
tratada de “gorda”. Estuvo a punto de rendirse, pero sus hermanos se turnaron
para protegerla y aplaudirla.
Pese a los cuidados, una
noche fue violada a la salida de uno de los clubes en los que cantaba. Ocurrió
justo cuando “Trino” la amenazaba con quitarle a sus hijos. Según el ex marido, ser cantante era lo mismo que ser prostituta. Temerosa de que los tribunales le
dieran la razón a José Trinidad, guardó silencio. Además,
tenía miedo de que su segundo cónyuge, Juan López, la culpara de provocar el ataque sexual. Del
tema habló por primera vez durante una entrevista que le hizo Don Francisco en
Miami, en el 2001. Esa terrible experiencia inicia su libro de memorias.
Dejó
de cantar
1997 fue un pésimo año para
su vida personal. En medio de las peleas con su primer esposo e infidelidades
del segundo, su hermana Rosa y sus dos hijas le confesaron haber sido abusadas
por José Trinidad. La denuncia policial fue ratificada por los médicos
forenses. Esta cruda realidad dividió a la familia. Algunos miembros se
negaban a creer en las niñas. El acusado se escapó a México y recién pudo ser
encarcelado en el 2007 (le dieron 31 años).
Golpeada en lo más profundo, Jenni abandonó el canto cuando sus éxitos “La Chacalosa” y “Las Malandrinas” subían en popularidad hasta ser nominada al Premio Latin Grammy en el 2002. Ambas canciones (de las que ella era autora) buscaban empoderar a la mujer en un mundo masculino. Después de dos años, impulsada por los Rivera, retornó a los escenarios. Desde entonces, solo éxitos se sumaron en su carrera. Se casó por tercera vez, pero emocionalmente ya estaba herida. En el fondo, ninguna de sus parejas la aceptó como mujer fuerte y luchadora. Por eso, hasta su muerte, Jenni apoyó a organizaciones contra la violencia doméstica. Su hermana Rosa estudió leyes para defender a las mujeres del siglo XXI. Quedó en el legado de una soñadora.
(María del Pilar Clemente B.)
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